Por: Juan Alberto Sandoval Aldana
El devocional de “Los 7 viernes” dedicado a la antiquísima imagen de Jesús Nazareno de la Parroquia Vieja considera el primer viernes el gozo y tristeza de Jesús a su entrada triunfal en Jerusalem, el segundo viernes considera la angustia y tristeza de Ntro. Sr. Cuando se disponía a orar en el huerto de Getsemaní, el tercer viernes se medita el dolor de Cristo al ser vendido con un beso por Judas el iscariote, el cuarto viernes la tristeza de Jesús al ser aprendido por soldados y fariseos, el quinto viernes se considera la pena de Jesús al ser llevado a las casas de Anás y Caifas, el sexto viernes el dolor de Jesús cargando su pesada cruz y el séptimo viernes, la crucifixión y muerte del redentor en el monte Calvario.
La conmemoración de la muerte y resurrección de Cristo constituyen la festividad de mayor importancia durante el año litúrgico. Según el Calendario General de la Iglesia concebido para el rito romano y que contiene el ciclo total de las celebraciones de los misterios cristianos, consta de tres tiempos litúrgicos denominados: Cuaresma, Semana Santa y Pascua del Señor.
En ellos se han constituido numerosas costumbres piadosas que contribuyen a la elevación del espíritu y a la penitencia pública y privada a la que la iglesia convoca en este tiempo extraordinario.
Según nos da a conocer la iglesia en distintos medios, el Calendario Litúrgico esta constituido por todo el conjunto de fiestas observadas por la Iglesia, dispuestas en días propios del año, con la excepción de aquellas que no han tenido un día fijo, llamadas “fiestas movibles”, que varían en su fecha cada año, según la celebración de la Pascua de Cristo, de la cual dependen.
La solemnidad de la Pascua de los Judíos regida por las fases de la luna primaveral, la cual recuerda el fin del cautiverio de su pueblo en Egipto y su diáspora por el desierto, durante 40 años, es celebrada desde el día 14 del mes de “Nissan”, mes que cae entre el 13 de marzo y el 11 de abril del calendario cristiano, sufre una oscilación que va desde el 22 de marzo, como fecha más cercana y el 25 de abril como fecha más tardía.
La fijación cada año de la fecha móvil de la festividad de la Pascua y en torno a ella las restantes celebraciones, motivó el Cómputo Eclesiástico, que no es más que el conjunto de cálculos que sirven para establecerla con correspondencia al ciclo lunar, cercano al “perigeo” durante el plenilunio, del cual depende su celebración, afectándola también los fenómenos propios del ciclo solar con sus “equinoccios” y “solsticios”, resolviendo las fechas de otras como la “epacta”, el Número Aúreo, La Indicción y las Letras Dominicales del Martirologio.
Los datos del Cómputo Eclesiástico se tomaron de fuentes bibliográficas anteriores a la norma del Concilio Vaticano II. No obstante lo anterior, el origen de las celebraciones pascuales se remonta al Siglo II durante el paleocristianismo. Desde esa temporalidad se contempló la necesidad de una preparación previa, adecuada, por medio de la oración y el ayuno infrapascual el día Viernes y Sábado Santo, anteriores al Domingo de Resurrección, práctica a la que alude la “Traditio Apostolica” escrita en el Siglo III, cuando se exigía a los candidatos al bautismo, los nuevos cristianos conversos, a que ayunaran el día Viernes Santo.
Los periodos de preparación para la Pascua fueron consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy se conoce como Cuaresma, influyendo en ella las exigencias del catecumenado y la disciplina cuaresmal para la reconciliación de los penitentes.
La estructura orgánica de la Cuaresma que antecede a la Pascua, se empieza a formar a partir del Siglo IV, la cual surge sin lugar a dudas, vinculada a la práctica penitencial, iniciándose la sexta y última semana, con más intensidad hasta el llamado Día de la Reconciliación, durante la Asamblea Eucarística del día Jueves Santo, primero del triduo pascual. Por durar cuarenta días recibió el nombre de “Cuadragesima” o Cuaresma.
En los últimos años del siglo V, el miércoles, jueves, viernes y sábado del tiempo ordinario previo al Primer Domingo de Cuaresma, se empezaron a celebrar como si estos días formaran parte del periodo penitencial de la Cuaresma, incorporados para compensar los días en que se rompía el ayuno para cumplir con la penitencia canónica.
Durante su primera fase de organización se realizaban únicamente Eucaristías dominicales y asambleas los viernes, siendo hasta las postrimerías del siglo VI que se empieza a celebrar misa los 6 días viernes de la Cuaresma.
El proceso de alargamiento del periodo penitencial continuó de forma irremediable propagándose a toda la comunidad cristiana, contándose desde el viernes llamado por los liturgos como Viernes de Ceniza, conocido popularmente como 1er. Viernes de cuaresma, aunque no lo sea, contándose desde ese día los 5 viernes siguientes más el Viernes Santo, totalizando así los 7 Viernes.
Entre las tradiciones populares poco estudiadas en Guatemala, durante la cuaresma, pero que enriquecen este acervo, se encuentra la visita a las capillas de pasión y el rezo del Vía Crucis en las naves de los templos en los que se acostumbra esta piadosa meditación.
El recorrido inicia en las periferias del centro histórico, ya sea la basílica de Santo Domingo, la iglesia del Calvario, la capilla del Señor de las misericordias, la Recolección o la parroquia de la Santa Cruz -Iglesia Cruz del milagro-, La Parroquia Vieja, en donde se venera desde el 28 de septiembre de 1884, una imagen de Jesús con la cruz a cuestas procedente del extinto templo de la Escuela de Cristo, ataviado con atributos iconográficos acordes al estilo sevillano denominados “Tres Potencias” (Dios padre, Dios hijo y Dios espíritu santo), por el cual se le conoce desde el ultimo cuarto del siglo XX como “Jesús de las Tres Potencias”.
Consta en una lapida a la entrada del templo, que con la traslación de las imágenes del Convento de la Escuela de Cristo al antiguo templo del pueblo de la Ermita, hoy casco histórico de la zona 6 capitalina, se abrió de nuevo al culto el referido templo, recibiendo entre los bienes reubicados la imagen de un Jesús de talla extraordinaria, con acabados y expresión natural, de las más hermosas que Guatemala tiene, sino la que más, agrupándose en torno al Cristo, los vecinos del viejo y primitivo barrio citadino, organizándose su procesión solemne el Lunes Santo de 1896, desde el cual se ha realizado en ese día ininterrumpidamente.
Al respecto se puede especular, según la opinión del autor, -a la especulación científica se le llama hipótesis-, que la procesión del Lunes Santo se ha celebrado de forma ininterrumpid desde 1896, pues existe una procesión que se realizaba, hasta 1995, el 5to. viernes de cada cuaresma, estimándose que durante la década de las restricciones del gobierno del Lic. Manuel Estrada Cabrera, la procesión del Lunes Santo se continuó realizando en el perímetro de la iglesia y barrio, para ese entonces aún, considerado «periferia dla ciudad». Levantada la prohibición como consecuencia del fin de la dictadura, en 1920 se reanuda la procesión de carrerea larga llegando hasta el frente de la S.I.Catedral, quedando la del barrio para la cuaresma con el rezo y meditación del santo vía crucis cada 5to. viernes, siendo factible que hubiera variado su fecha de celebración, paralela al Lunes Santo. En esa temporalidad, desde 1896 hasta 1924, la imagen fue venerada como Jesús nazareno «Buen Pastor».
A pesar del decreto de extinción de las hermandades y cofradías de pasión y los preceptos constitucionales liberales que entraron en vigencia en 1879 y la persecución sistemática a la Iglesia conllevando la prohibición de las tradiciones populares fuera de los templos, la doctrina cristiana y las piadosas costumbres continuaron a intramuros, realizadas por los fieles vecinos, que nos legaron una devoción auténtica, no improvisada, ocurriendo, en el mes de noviembre de 1924 que se logró la institucionalización del culto al Nazareno parroquiano, al fundarse canónicamente y con norma estatutuaria, la Hermandad de la Santa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, bajo el título de «Jesús Nazareno de la Escuela de Cristo, Parroquia Vieja, Cruz del Milagro», a la que se le otorgan preeminencias, gracias e indulgencias del tesoro espiritual de la Iglesia, por parte del Excelentísimo e Ilustrísimo Sr. Don Jorge J. Caruana, Arzobispo de Sebaste y Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala.
Entre las obligaciones de los hermanos nuevos y antiguos adquiridas de libre y espontánea voluntad al adherirse a la Hermandad canónica, se estipulaba la participación en las actividades destinadas al culto y veneración de la santa imagen a la cual se le dedica el ejercicio piadoso titulado de “Los 7 Viernes a Jesús Nazareno de la Escuela de Cristo, Parroquia Vieja Cruz, del Milagro”, acto penitencial cuaresmal con acto de contrición 7 meditaciones, 7 jaculatorias, ruego diario a Jesús Nazareno, oración y petición para cada día, cuyas fórmulas quedaron contenidas en un septenario impreso con licencia de autorización eclesiástica, dada en el Palacio Arzobispal el 1º. De diciembre de 1927, inscrita en el libro de impresos de la Curia metropolitana, folio32, registro No. 185.